Desde
pequeña aprendí a sentirme bien conmigo misma, a refugiarme o a ocultarme de la
gente que decían que era rara. Rara,
porque me gustaba escuchar el silencio, seguir con la mirada el vuelo de las
aves, ensimismarme con los colores del cielo o a mirar como las nubes se
transformaban en lindas figuras y un mundo mágico y maravilloso me rodeaba.
Buscaba
la aceptación en los demás y perdí demasiado tiempo de mi infancia en sentirme
aceptada por un mundo que decía creerse cuerdo.
¿Pero
donde habita la tan afanada cordura?
Después
cuando los años fueron dándome sensatez, discernimiento del entorno, comprendí
que nada es blanco o negro, hermoso o feo, Todo es lo que una quiera que sea
según con los ojos del corazón con que se miren.
Me
encuentro en un camino de encuentros con personas a las que amo, seres muy
especiales que me hacen ver que el amor
de Dios, es que nos guía hacia nuestro interior y nos hace tremendamente
felices. Y si, reconozco que por cobardía o por falta de autoestima me falte el
coraje para reconocer que si Dios está en mi interior, yo también puedo cruzar
esa puerta y abrazar las enseñanzas del maestro.
Pepi
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